Protejamos el fracaso, incentivemos el emprendimiento

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3 min readJan 11, 2021

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Por: José Miguel Porto, Socio de Porto Legal

El camino del emprendimiento es uno de fracasos. Tomás Alva Edison dijo, haciendo referencia al foco de luz, “No he fallado. He encontrado 10,000 formas que no funcionan”¹. Sacar adelante un emprendimiento requiere más pasión y perseverancia que genialidad. El emprendedor debe reconocer que tarde o temprano fracasará, porque nadie es infalible. Hay tantas decisiones que tomar; contratar personal, segmentación adecuada, experiencia del usuario, diseño, producto, financiamiento y alianzas, entre otras y es imposible no equivocarse en el camino. Estos errores pueden ser menores o tener un impacto adverso y significativo en el negocio. El fracaso traerá lecciones valiosas y requerirá perseverancia y tenacidad para sobrellevarlos. Nadie negará que el fracaso es intrínseco al emprendimiento.

Cuando hablamos de emprendimiento, usualmente las conversación se se centra en cómo reducir el costo de la formalidad, simplificar las barreras de acceso, el sobrecosto laboral, la presión tributaria en los formales (en lugar de ampliar la base), el acceso al capital y a fuentes de financiamiento, el acceso a talento, las bondades de construir un “ecosistema”; pero nunca hablamos del fracaso. El fracaso es un tabú, un estigma, pero si queremos promover el emprendimiento también debemos detenernos a ver qué ocurre con los “fracasos”.

El modelo capitalista Americano reconoce que el fracaso no está reservado para los pobres, resulta más como un derecho inalienable. De la misma forma como debe fomentarse la creación de nuevos negocios, cuando se fracase, deben existir mecanismos sencillos y accesibles para obtener protección contra los acreedores, reestructurar deudas y poder salir lo antes posible de la situación de insolvencia. Así, cuando los emprendedores fracasen, lo cual ocurrirá indefectiblemente, y en un alto porcentaje, se debe dar al emprendedor más oportunidades sin estigmatizarlo. El modelo debería incentivar a aquellos emprendedores adversos al riesgo que podrían fracasar en más de una oportunidad antes de lograr el éxito económico. Abraham Lincoln, Walt Disney y Elton John pasaron por procesos de bancarrota. Si bien puede que no hayan tomado decisiones financieras acertadas en sus vidas, resulta difícil catalogarlos como “fracasados”.²

La bancarrota puede haber sido diseñada para ayudar a los empresarios y sus negocios, pero hoy en día el 98% de las solicitudes se clasifican como no comerciales y alrededor de tres cuartas partes de las bancarrotas en Memphis son solicitudes donde el deudor acepta entregar parte o la totalidad de sus ganancias futuras para pagar sus deudas anteriores a la quiebra³. Lamentablemente nuestro sistema concursal no permite que las personas naturales se sometan a la protección concursal en caso de insolvencia, ese derecho está limitado a las personas naturales con negocio y a las empresas.

Es usual que los fundadores arriesguen su patrimonio personal en sus emprendimientos y cuando ello ocurre, deben merecer protección concursal en caso de insolvencia. No queda claro por qué la protección concursal es bienvenida para las empresas y comerciantes, pero no así para las personas naturales, las cuales tendrán que negociar directamente con sus acreedores, en desigualdad de condiciones, hasta cancelar sus deudas vencidas. Si queremos fomentar el emprendimiento, es importante evaluar que las personas naturales tengan derecho de acceder a la protección concursal.

¹ Quotespedia — Thomas A Edison
²
Famous People that went Bankrupt
³ Ferguson, Niall. The Ascent of Money (p. 57). Penguin Publishing Group. Edición de Kindle.

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